
Hace mucho tiempo vivía en la Guajira un joven de nombre Arikuai, hijo de un piache, sabio y prudente como él; conocía los secretos de la naturaleza, sabía curar las enfermedades, tanto del cuerpo como del alma, imitaba los sonidos del viento y de los animales.
Arikuai era alegre y amistoso, no había contienda ni baile en donde él no participara; era el confidente, el amigo, y a todos infundía ánimo y serenidad.
En una ranchería cercana a la de Arikuai vivía un adinerado patriarca con su numerosa familia. Entre las hijas se destacaba Anakuai, delicada, diligente, alegre y cariñosa. En los bailes animaba a los tímidos con su amplia sonrisa y los invitaba a bailar, era incansable y todos la requerían, no porque fuera la más bella, sino porque era agradable y cordial; cuando se realizaba un baile era la primera invitada.
Arikuai y Anakuai se encontraban siempre en todas las fiestas; naturalmente, terminaron enamorándose, pero siguieron repartiendo alegría como lo habían hecho siempre.
Las dos familias se hicieron los regalos de rigor, poco después se efectuó el matrimonio. La feliz pareja continuaba siendo el centro de todas las reuniones y repartían toda la gama de colores de la alegría.
El anciano piache colocó en el cuello esbelto de Anakuai un sencillo collar de cristal con estas palabras:
- Hija mía, conserva siempre este collar, no te separes nunca de él, úsalo cuando estés en peligro. La única condición es que ames y seas siempre fiel a tu esposo.
Se amaron los dos con pasión; la selva, los arenales y los cardones fueron testigos, pero no por eso dejaron de ayudar a sus amigos y fueron arcos de ilusión entre las parejas, continuaron siendo la alegría en los bailes y torneos.
La cordialidad de Anakuai fue malinterpretada por un apuesto, valiente y rico joven venido de un lugar distante de La Guajira. La requirió en amores y ella contestó:
- No puede ser, estoy casada con Arikuai y lo amo.
Siguieron encontrándose en fiestas y competencias. Ante las negativas de Anakuai, el joven indignado amenazó:
- Si no te divorcias de tu esposo, me vengaré.
Anakuai se entristeció, pero por temor a empañar su amor o no ser comprendida por Arikuai no le dijo nada.
Tiempo después los esposos caminaban en dirección a la selva. Sin ser visto, el vengativo enamorado los seguía. Ellos se sentaron en un tronco caído y él tocó la zagüagüa* mientras ella cantaba con pasión, luego se juraron amor y fidelidad. El pretendiente furioso por lo que veía y escuchaba, en un ataque de celos sacó una flecha, templó el arco y cuando se disponía a lanzarla hacia Arikuai, ella lo vio y lanzó un grito de terror a la vez que se llevaba las manos al collar, regalo del piache, y lo lanzó al intruso.
De pronto la selva enmudeció y se pobló de niebla, en el cielo aparecieron dos hermosísimos arcos de siete colores que cegaron la vista del vengativo pretendiente.
Desde entonces, en el cielo de La Guajira aparece después de las tempestades un símbolo de paz, de luz y esperanza: dos esplendorosos arco iris que poseen los colores encerrados en el collar de Anakuai -símbolo de la alegría- trayendo paz y optimismo a los habitantes de la Guajira cuando los contemplan
Publicada en el periódico Merideño EL LÁPIZ del 10/07/1895
_____________________________________________________________________________________bueno esta es una gran historia de amor indigena, el cual cuenta el origen del arcoiris y el simbolo que significaba entre los indigenas de mi pais.. espero le guste esta gran leyenda.. tanto como a mi.. saludos con cariño...